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miércoles, 3 de noviembre de 2010

¿CUANDO EL DESTINO NOS ALCANCE?

¿CUANDO EL DESTINO NOS ALCANCE?

Por Germán Alarco Tosoni

La consigna del gobierno, los partidos políticos conservadores, muchos empresarios y analistas económicos es que debemos cruzarnos de brazos. Para ellos el modelo económico actual genera crecimiento económico y bienestar para todos. Se trataría simplemente de persistir y naturalmente transitaremos, en un periodo razonable, de la condición de tercermundistas a miembros del primer mundo. En realidad, tienen problemas de visión; quizás pueden ver razonablemente a corta distancia, pero les falla a la distancia y sufren de reducción en el campo visual.

Todo modelo económico está sujeto a los embates de fuerzas externas y endógenas. Tienen una mayor o menor capacidad de adaptación y resistencia ante estos elementos. Son como los organismos vivos en los que nadie puede garantizar el resultado final. Nuestro modelo, basado en las materias primas, es más frágil que otros, en la medida que depende de factores volátiles como la evolución de los términos de intercambio y de la demanda internacional. No se mencionan aquí el impacto de las mutaciones rápidas de la actual crisis económica internacional ni la teoría del ciclo de cualquier producto, incluidas nuestras exportaciones, que crecen lentamente, se aceleran, crecen menos, se estancan y luego decrecen. Ese es el destino ineludible de la mayoría de los bienes y por eso la necesidad de la creatividad, la innovación, la ciencia y la tecnología para diseñar nuevas alternativas.
Modelo válido para Noruega

En el último marco macroeconómico multianual preparado por el MEF se señala que debe emularse a Noruega y Nueva Zelanda. Sin embargo, se olvidan de que se trata de sociedades con menos de cinco millones de habitantes. El modelo económico debe guardar correspondencia con el tamaño y la dinámica poblacional. Esta pretensión gubernamental nos recuerda el absurdo experimento de la Argentina, en la época de Menem, cuando pretendió convertir al país en plaza financiera internacional como Londres. El modelo peruano debe tener la capacidad de absorber a entre 250,000 y 280,000 jóvenes anualmente, sin contar a los desempleados y subempleados actuales.

Los sectores dinámicos del modelo –minería e hidrocarburos– generan poco empleo. Se requiere más de un millón de dólares para crear un empleo directo en estas actividades. Con ese monto de inversión se generan cinco empleos en la manufactura a estándares internacionales y diez a los más avanzados de la manufactura peruana. Si hablamos de la pequeña empresa más capitalizada se generarían 100 empleos por el mismo volumen de inversión. Por el camino actual no vamos muy lejos. Los informes sobre la situación laboral en Lima Metropolitana nos reflejan lo dramático de esta realidad. Crece el empleo en las micro (en gran medida autoempleo) y pequeñas empresas, mientras que en las medianas y grandes permanece estancado.

Esto conduce a que los ingresos de los trabajadores dependientes e independientes permanezcan congelados nominalmente y hasta sean menores que antes, ya que el nivel de capitalización e ingresos en las mypes es claramente inferior al de las empresas más capitalizadas. Es cierto que los ingresos familiares son mayores que antes, por el mayor número de miembros de las familias que laboran. Sin embargo, los ingresos per cápita son menores y tenemos que trabajar más horas. Esto ocurre cuando la economía crece. ¿Qué pasará cuando el crecimiento sea más reducido?, ¿podremos soñar con empleos de calidad para la mayoría de los peruanos?

Enfermedad holandesa

Se origina por la entrada masiva de divisas, especialmente de las exportaciones tradicionales, en las que destacan nuestros sectores punta. A estos ingresos se suman las otras entradas de divisas, incluyendo el capital de corto plazo alimentado por la política monetaria restrictiva del BCRP y la situación internacional. El virus se activa velozmente cuando se aprecia el sol, afectando a las exportaciones menos productivas, las no tradicionales. Se estima que las primeras en disminuir, a menos que se exporte a pérdida, serían las textiles y confecciones, la pesquería y el sector agropecuario. Se destruiría empleo en las mypes de estos sectores y en las actividades exportadoras más intensivas en mano de obra.

No hemos comentado aquí la despreocupación del modelo por el mediano y largo plazo, cuando no se incorporan nuevas reservas probadas de minerales e hidrocarburos. Se olvidan de la vida limitada de nuestros booms exportadores del pasado. Tampoco de los efectos perversos que la concentración, desnacionalización y el neolatifundismo generan cuando se reducen oportunidades de negocios e ingresos, o marginan a amplios sectores de la población. Los problemas son mayores cuando se soslaya la creciente desarticulación entre las actividades dinámicas y el resto “mayoritario” de sectores. Con este panorama, la heterogeneidad estructural y la desigualdad crecen, más aún cuando los grupos sociales marginados del auge tienen que pagar por el acceso a una infraestructura de mejor calidad.

El modelo genera pocos empleos de calidad y por la acción de la enfermedad holandesa estos podrían ser aun menores. Todos, incluidos los políticos conservadores, saben que el modelo peruano tiene fugas. No en vano dos ex funcionarios públicos –él varias veces ministro de diversos gobiernos y la anterior titular del MEF– ahora dicen, fuera del poder, estar preocupados por la desigualdad y la exclusión social. El modelo tiene fuerzas centrífugas que naturalmente lo desestabilizan. Hay que quitarse la careta y decir la verdad. El único antisistema es el propio modelo económico actual. Su ajuste es imprescindible.

miércoles, 4 de agosto de 2010

¿LE CREEMOS A GARCIA CUANDO DICE QUE LA POBRESA BAJO DE 48 A 30 %?



No, el presidente Alan García, ansioso por asegurar votos para el 2016, lanzó en su mensaje a la Nación, entre otros anzuelos, uno para la mayoría: los pobres. “La pobreza, que hace unos años era del 48% ha bajado hasta el 34%, y estoy seguro que cumpliremos la meta de reducirla al 30% en el 2011 y así abrir el camino para que en el año 2021, fecha bicentenaria de la República, logremos reducirla a menos del 10%”.

El jefe de Estado pide a los pobres que confien en él, que esperen, que voten por él en el 2016, porque con él abriremos el camino para llegar al 2021 dejando atrás nuestra condición de pobres y entraremos bajo su liderazgo al primer mundo.

No seamos mezquinos y digamos que el Perú sí le está ganando a la pobreza; pero digamos también que este logro poco tiene que ver con la obra del presidente García.

Me explico: Un presidente tendría que ser demasiado inepto para fracasar en este campo con las condiciones actuales del Perú. Jamás el Perú ha tenido tanto dinero en sus arcas. El presupuesto general de la República de este año es S/. 81 857 278 697,00. Además la crisis no nos afecta tanto porque la crisis es cosa de gigantes financiaros, de los llamados “globalizados”, es decir, nuestro atraso es nuestro blindaje.
Estamos mejorando sí; pero estamos Seguros que mejoraríamos con mayor velocidad si la ineptitud no hubiese hecho fracasar, por ejemplo, el programa Sierra Exportadora, que, según García, iba a cambiarle la vida de los campesinos. No ocurrió tal. El 50% de huancavelicanos, por ejemplo, está aún en el fango de la pobreza extrema.

Cuestiones del neoliberalismo: cuando hay crecimiento, ganan siempre los que tienen más en desmedro de los que menos tienen; la distribución de la riqueza para el neoliberalismo, que practica con ahínco García, favorece más a los ricos y acrecienta las brechas sociales.

García lo sabe y sabe también que los pobres son los que definen las elecciones y se asegura desde ahora y lanza anzuelos: “Cumpliremos la meta de reducir la pobreza al 30% en el 2011 y así abrir el camino para que en el año 2021, fecha bicentenario de la República, logremos reducirla a menos del 10%”.

La pobres en ancas es aun , alta en la zona de los con chucos peor todavía , el acceso a la salud, a la educación de calidad y la justicia sigue siendo una utopía, mientras nosotros esperanza del mañana vamos en el bus del individualismo, que me saque un 20 aun sin merecerlo, pero que salga la nota, no pedimos ni concurrimos a eventos que nos hagan mas sensibles y conocedores de nuestra problemática, preferimos el cliché de dirigente radical o parasitario o mejor rajar y despotricar de todo aquel que sea capaz de mover un dedo que muchos ni hacemos, y tu que haces por la facultad…

Wilmercastillo.blogspot.com

martes, 22 de junio de 2010

EL EURO Y LAS EXPORTACIONES

Por Humberto Campodónico

Los drásticos recortes fiscales en Europa seguramente tendrán una influencia negativa en el crecimiento, mientras que la devaluación del euro podría incrementar las exportaciones y disminuir las importaciones, lo que contribuye positivamente al crecimiento del PBI. ¿Podrá la devaluación del euro contrarrestar el impulso recesivo del ajuste fiscal para que sobreviva la precaria reactivación europea?

Esas son las conclusiones centrales del importante artículo “La crisis europea” de Oscar Dancourt (La República, 10/06). Aquí analizamos el comercio de mercancías para entender el impacto de la devaluación. Digamos, de paso, que no ha sido producto de una política monetaria laxa sino de las enormes deudas, externas e internas, en la que han incurrido muchos países.

Según el Anuario Estadístico 2009 de la OMC, las exportaciones mundiales totales fueron US$ 16 billones, de las cuales US$ 5.823 billones (el 36%) le correspondió a la Unión Europea (UE). Alemania fue la máquina exportadora más importante con US$ 1.46 billones. La mayoría de las exportaciones son intra-UE: el 74% del total; como casi todos tienen euro (no Reino Unido, Noruega y Suecia), se verán poco afectadas por la devaluación.

Asia y Norteamérica son el segundo y tercer destino y las exportaciones hacia ellos seguramente aumentarán. Es aquí donde se van a jugar los partidos decisivos, pues estas tres regiones representan el 77% del comercio mundial. Si la devaluación del euro persiste, habrá ganancias europeas, en primer lugar para Alemania.

Africa (2.9%) es mucho más importante para la UE que Centro y Suramérica (solo somos el 1.5%). Ahora bien, esos US$ 89,000 millones que nos exportó la UE son el 22% del total de US$ 400,000 millones importados por Centro y Suramérica en el 2009. Estas son significativas para nosotros pero no para la UE.

Veamos las importaciones. El 69% es intra-UE, que no se afectará por la devaluación. Después vienen Asia y Norteamérica, con el 12.7% y 5.2%. Allí sí, seguramente, disminuirán las importaciones provenientes de Japón, China y EEUU, lo que los afectará, como ya hemos dicho. Con respecto a las importaciones provenientes de Centro y Suramérica, éstas solo representan el 2.1%.

Si bien contamos poco para ellos, para nosotros la UE sí es un mercado importante, tanto para las exportaciones tradicionales como no tradicionales. De estas últimas, el monto total exportado en el 2009 por el Perú fue US$ 6,189 millones, de los cuales el 20% se fue a Europa, principalmente en productos agroindustriales y, también, textiles. Si la devaluación del euro frente al dólar continúa, las XNT se harán más caras para los europeos, lo que nos afectará.

Para terminar, si persiste la devaluación del euro (algunos analistas dicen que en pocos meses estará 1 a 1 con el dólar) habrá importantes reacomodos en el comercio mundial entre las tres grandes regiones (Asia, América del Norte y Europa) que favorecerán a la UE, sobre todo a Alemania. Pero no se sabe si este impulso exportador permitirá superar las tendencias recesivas. En cuanto a nosotros, contamos poco para la UE, pero lo inverso no es cierto, sobre todo para las exportaciones no tradicionales. Veremos qué pasa en los meses que vienen.

sábado, 5 de junio de 2010

¿QUÉ HABRÍA OCURRIDO CON LAS ECONOMÍAS MUNDIAL Y PERUANA SI EL PATRÓN ORO SIGUIERA VIGENTE?

¿QUÉ HABRÍA OCURRIDO CON LAS ECONOMÍAS MUNDIAL Y PERUANA SI EL PATRÓN ORO SIGUIERA VIGENTE?

La moneda cumple, económicamente hablando, diversas funciones esenciales para la actividad humana; la más básica de ellas es facilitar el intercambio. No existe –y me atrevo a proponer que no existirá– computadora suficientemente capaz de administrar adecuadamente los millones de cálculos que generan los millones de individuos intercambiando, diariamente, cálculos que se realizan a fin de viabilizar el intercambio. Esto es: al nivel más básico, todo individuo que desea sobrevivir requiere intercambiar y para intercambiar requiere valorizar; ergo, es necesario, quiérase o no, poder valorizar –crear ratios de intercambio–. Los Incas, para tomar el ejemplo de una sociedad desmonetizada, intercambiaban bajo ratios de intercambio, formados a través de valorizaciones subjetivas expresadas en el “trueque mudo”, tal como funciona hoy en día cualquier bolsa de valores del mundo.

Dicho esto, la moneda cumple, además, otras funciones esenciales, entre las que sobresalen la de facilitar una unidad de cuenta y fungir como mecanismo de depósito de valor. Dos individuos pueden, ciertamente, intercambiar bienes por bienes; empero, el hombre descubrió el intercambio indirecto –es decir, el uso de la moneda– y facilitó desde entonces sus decisiones económicas.

Al comienzo, la moneda se estableció sobre la base de los commodities con mayor capacidad de mercadeo. El oro y la plata –luego de pasar por hojas de tabaco, semillas de cacao, conchas de abanico y piedras preciosas– terminaron predominando como mecanismos universales de intercambio.

Moneda, Estado e inflación

La relación entre producción y moneda se manifiesta en el sistema de precios. Siendo éste el conjunto de ratios de intercambio entre los diversos bienes, podemos establecer una estabilidad en ellos si se da un incremento en la masa monetaria que se dé acorde con el incremento en la producción total de bienes.

En este sentido, el Patrón Oro tenía como consecuencia la expansión moderada de la cantidad de moneda en circulación, acorde con los incrementos de la producción. Entre 1880 y 1914, lapso conocido como el Período de Patrón Oro Clásico, la mayoría de países estaba adscrita al oro; simultáneamente, se constituyó un período de crecimiento económico sustentado en la libre comercialización de bienes y capitales. Durante este periodo, la inflación norteamericana promedió el 0.2% anual. Eventualmente, con la Primera Guerra Mundial, los estados participantes se vieron incitados a obtener recursos bajo una modalidad más soterrada, tal cual hacían los reyes medievales a través del llamado “señoriaje”.

Estados Unidos, como ilustración de política monetaria, se aleja del Patrón Oro Clásico en 1917; en 1922, bajo el auspicio de la Comisión Cunliffe, los países retornan a un Patrón Cambio Oro, uno en el cual la moneda de cada país ya no estaba atada directamente al oro, sino a una moneda convertible en dicho metal. Este modelo prevaleció hasta la crisis de los años treinta.

Desde entonces, se ha tratado de establecer diversos mecanismos de estabilidad cambiaria; empero, las necesidades de los estados de financiar coyunturas específicas –sean guerras, proyectos políticos o crisis financieras– han hecho de la moneda fiduciaria (léase, una basada en la palabra del Estado) la norma.

¿Regreso al oro?

Diversos economistas proponen, aún hoy, el regreso a un Patrón Oro; la Escuela Austriaca, sin duda, es la principal promotora de dicho desafío. Aunque algunos economistas rechacen de plano la propuesta, la misma invita a una ponderación de los beneficios y perjuicios.

Menor inflación

Si los estados se hubieran suscrito al Patrón Oro Clásico y éste se hubiera mantenido hasta hoy, la realidad económica sería divergente de la actual en varios aspectos. La más obvia sería, sin duda, la ausencia de crisis inflacionarias. El dólar norteamericano de 1913 –año en el que se establece la Reserva Federal con el propósito de mantener el valor de la moneda–, por ejemplo, ha perdido el 95% de su capacidad adquisitiva. En cambio de haberse mantenido las tendencias en el IPC propias al Patrón Oro Clásico, esta pérdida habría sido de tan sólo 22%.

Si bien la evidencia empírica no es concluyente respecto de las consecuencias sobre el crecimiento de tener una tasa de inflación de 3.37% (tasa de inflación promedio anual a partir de 1913) o una de 0.1% (tasa histórica durante el Patrón Oro Clásico), sí lo es entre crecimiento e hiperinflación. Según Robert J. Barro –en un estudio de Panel de Datos de 180 países llevado a cabo en 1996–, cada 100 puntos de inflación están asociados a un decrecimiento económico de 2.5% de PBI.

En el caso peruano, el haber evitado la hiperinflación nos ofrecería un panorama económico, político y social claramente diferente; principalmente, tendríamos una clase media más sólida y amplia, ya que contaríamos con un sector formal y una clase empresarial mucho más desarrollados.

Por otro lado, el sistema financiero –tanto a nivel global como local– sería diferente. Los grandes bancos, en especial, habrían adoptado una conducta más conservadora en la asignación de crédito, puesto que sus expectativas de ser rescatados por el Estado se verían reducidas al no existir un banco central capaz de rescatarlos mediante grandes expansiones en la oferta monetaria; los rescates, por otro lado, seguirían siendo posibles, pero los mismos dependerían de los fondos públicos y por lo tanto estarían asociados a mayores impuestos futuros, lo que incrementaría el costo político del rescate y con ello reduciría su probabilidad de ocurrencia. Asimismo, se habrían reducido los incentivos a la expansión de los bancos hacia escalas consideradas como “muy grandes para caer” (too big to fail, dicho en inglés), por lo que se esperaría un menor tamaño de las entidades financieras.

Las consecuencias de estos cambios en el sistema financiero sobre el crecimiento económico de largo plazo serían ambiguas. En el caso de los países desarrollados las crisis financieras serían menos comunes, pero a su vez se asignaría menos capital a inversiones riesgosas, por lo que no podríamos estimar cuál sería el efecto dominante. En el caso peruano, sin embargo, el sistema financiero sería más sólido: no habríamos sufrido los descalabros inflacionarios, disfrutaríamos de un mayor acceso al crédito externo y, al no existir las crisis cambiarias –las cuales están frecuentemente asociadas a defaults– la confianza en países emergentes sería mayor. Por ello, habría sido esperable un mayor crecimiento en las economías subdesarrolladas.

Consecuencias de economía política

La vigencia del Patrón Oro Clásico habría tenido consecuencias sobre políticas públicas debido a los cambios que generaría en los incentivos enfrentados por la clase política. Por ejemplo, se esperaría una mayor flexibilidad en los mercados laborales. Ello ocurriría debido a que la relación empleo-rigidez laboral sería más sensible, obligando así a los hacedores de políticas públicas a asumir mayores costos políticos como consecuencia de la sobrerregulación del mercado laboral.

Otra consecuencia positiva tendría que ver con la percepción en parte de la población del grado de resultados por meritocracia en las sociedades; esto es, en una economía con baja o nula inflación, los episodios de crisis macroeconómicas serían infrecuentes. Estos episodios, de acuerdo con un reciente trabajo de Paola Giuliano y Antonio Spilimbergo, están asociados a la creencia en el azar como mecanismo explicativo de la riqueza de algunos, razón por la cual se favorecen políticas redistributivas.

Por el lado negativo, Barry Eichengreen y Douglas Irwin sostienen que los países suscritos al Patrón Oro Clásico fueron más propensos a asumir políticas proteccionistas durante la Gran Depresión, ello debido a la inexistencia de la devaluación como alternativa para aplacar a los grupos de interés.

El oro: reserva de valor

Por otro lado, una innegable consecuencia de la vigencia del Patrón Oro Clásico residiría en el ratio del intercambio del metal con el resto de los bienes. En la actualidad, la onza de oro ronda los US$1,150; en las bóvedas de Fort Knox existen cerca de US$300 billones en oro físico; la masa monetaria norteamericana –circulante y depósitos a vista– suma US$1,712 billones. Por lo tanto, el ratio de conversión entre el oro y la masa monetaria norteamericana bajo un Patrón Oro Clásico sería 5.7 veces mayor que la actual; o, lo que es lo mismo, el oro valdría US$6,563 por onza. En otras palabras, se puede volver al Patrón Oro Clásico: sólo habría que buscar la manera más eficiente de hacerlo.

Los opositores del regreso al Patrón Oro Clásico se basan en tres razones y críticas. En primer lugar, sostienen que no existen reservas suficientes de oro para regresar a dicho sistema. En segundo lugar, que debido a las extracciones privadas, el sistema no sería estable. Y en tercer lugar, que el regreso a ese sistema sería muy oneroso.

Las razones expuestas expresan diversos grados de validez. La primera, sencillamente, es inválida: un Patrón Oro Clásico sería viable independientemente del ratio de conversión entre el dinero fiduciario y la moneda respaldada en oro; lo único novedoso sería el ratio de conversión. En cuanto a la segunda razón, es la más sólida de las detracciones, debido a que el inicial incremento en el precio del metal fomentaría la actividad extractiva. Los nuevos descubrimientos generarían shocks en la oferta monetaria y, con ello, episodios inflacionarios no esperados. Ello, sin embargo, constituiría un fenómeno temporal asociado al inicio del proceso de reconversión, razón por la cual esperaríamos que dichos episodios no fueren duraderos. Finalmente, no hay razón para creer que el regreso al Patrón Oro Clásico significaría un costo significativo versus los beneficios de actuar bajo dicho sistema.

A modo de conclusión

La vigencia de un Patrón Oro Clásico habría significado un elemento de estabilidad monetaria y, por consiguiente, macroeconómica, que en la actualidad habría sido muy bienvenida. Estos efectos positivos habrían sido especialmente relevantes en los países subdesarrollados, al volverse la política monetaria independiente de la calidad institucional de sus Estados.

La tarea de los economistas no es sólo explicar lo ocurrido, o tratar de diseñar un modelo infalible de la actividad económica. El mercado, como institución, es un gran ejemplo del orden espontáneo y de la viabilidad de esos modelos. Por ello, no se trata de identificar el sistema monetario óptimo, sino de migrar a aquellos con mejores resultados históricos.

TOMADO DE PERU ECONOMICO EDICION JUNIO DEL 2010 – EDITADO POR LA COMPAÑERA LESLIE PIÑASCA VI CICLO